A pesar de que Miren Iza, califique su nuevo trabajo Ese éxtasis (Intromusica, 2021) de incoherente, encontramos un lienzo compuesto de autorretratos y retratos sociales, además de augurios de desamor y ruinas. Lo confesional y costumbrista atraviesan once canciones creadas a partir del impulso y la ironía.
Tulsa se suma al sonido synth-pop del momento, y abandona, así, el indie rock de Solo me has rozado (Subterfuge Records, 2007) o La calma chicha (Subterfuge Records, 2015) para volver al estilo electrónico de Centauros (Intromusica, 2017), compartiendo, de esta manera, con el homónimo tema que abre el precedente disco y Lobo, las mismas sonoridades de sus recientes Tres Venenos o La boda, carentes de guitarras en las que se reitera y subraya el uso del sintetizador desde los estribillos y las exhalaciones de la voz de la cantante.
Abre con una serena e introspectiva lista de rutinas, nimiedades, cuestiones que dicta el azar o aquellas que no controlamos, acompañada de un acústico ritmo junto al teclado de Charlie Bautista, batería a cargo de Ramón Nieto que se compensa con los destellos del sintetizador de Betacam. En esta apertura, dialoga con John Lennon y el pintor, escritor y fotógrafo Edouard Levé, con la muerte y la aceptación, añadiendo ciertas contradicciones “no creo en los autorretratos, casi todos son falsos».
Seguida de la anhelada y quizás algo codiciosa Os oigo follar y la ya citada La Boda, una evidente crítica al esnobismo, enfatizada gracias a la vibración de la voz, la ironía y la visceralidad que suele caracterizar a Tulsa, recorren las primeras composiciones. También, trata historias de amor, que dejan resquicios de amargura, poder y destrucción, gracias a la susurrante Gran Fuerza Demoledora, donde canta de forma temblorosa y predomina el teclado y Destrucción mutua, el tema más pop de todos.
Después de los retratos de parejas y el amor desmitificado, volvemos a otra irónica y hedonista reflexión social en Dinero caído del cielo, continúa con Los volcanes avisan, muy ochentera y bailable, debido a los insistentes sintetizadores, y termina con Yo no soy Penélope, una base de teclado electrónico que expresa resignación y lamento.
Los dos videoclips del álbum vienen de la mano de la cineasta María Pérez Sanz, quien acaba de estrenar Karen, película protagonizada por Christina Rosenvinge.